Muchas anécdotas y buenos recuerdos de una época sin grandes preocupaciones.
El caso es que trataba de un colegio a la antigua usanza, estricto de verdad. Nos reimos de la diferencia con el actual sistema educativo. Ni la represión de entonces, ni la permisividad actual.
En tercero de BUP cometí el enorme error de matricularme en latín, que impartía uno de los profesores más temidos del centro. Ya mayor, tenía una memoria infame. Trece alumnos (mejor decir valientes) en clase, clavados a la silla con la cabeza gacha y una tensión que nos hundía los hombros. Ni un ruido.
- Sebastián a la pizarra. Y yo que ni me llamo ni me apellido así, salía como un cordero.
- Moraleda conjugue este verbo. Y un compañero que tampoco se llamaba así lo hací diligentemente.
Naturalmente hubo un período de aprendizaje. Al principio decía Sebastián a la pizarra y no salia nadie, se incomodaba y repetia el llamamiento senalandote con el indice. Asi nos aprendimos nuestros nombres.
El tío no se sabía los nombres de casi nadie, pero el acojone era tal, que nadie se atrevía a sacarlo de su error. Obedecíamos ciegamente.
Cuando nos dio los examenes de la primera evaluacion, tuve la osadía de decirle que no entendia la nota.
- Hay Sebastián, "nada", pone "nada", es que me da verguenza poner ceros.
Afortunadamente fue magnanimo y al final de curso nos dio la opcion de aprobarnos si nos matriculabamos de matematicas, cosa que hizo mas de la mitad de la clase.
Mis hijos no se creen estas historias. Ahora los padres montan el cristo cuando castigan a sus hijos cara a la pared (es humillante, dicen).
En fin, ni calvo ni con tres pelucas.
Edito, una vez arreglado lo del teclado, gracias otra vez.
Última edición por Cornecho el Miér Jun 23, 2010 11:47 am, editado 1 vez