En teoría se enfrentaban dos de las pocas selecciones que desarrollaron un fútbol ofensivo. En la práctica unos futbolistas trataron de jugar al fútbol contra carniceros.
Cuando a los dos minutos Van Persie hizo una entrada criminal a Busquets (amarilla clara que se ahorró Webb) pensé que salían hipermotivados. Siempre he visto al delantero como un jugador limpio. A los cuatro minutos (y tres faltas pitadas y una sin señalar) ya me había percatado de la consigna: leña, que en una final no expulsan a nadie salvo agresión.
A los 14 minutos Van Persie recibió su única amarilla por un entradón a Capdevila. Justa, tanto como la amarilla de su primera falta. Debió ser expulsado.
A los 22 minutos (y habiendo realizado otras entradas) Van Bommel vió amarilla por una entrada salvaje.
A los 28 minutos de Jong agredió con una patada de karate a Alonso. Expulsión de libro que no lo fue para el árbitro. Hasta la prensa holandesa lo reconoce.
A punto de finalizar la primera parte Sneijder le dió un plantillazo a Busquets a la altura de la rodilla. Para mi roja, para el árbitro ni amarilla.
Todo el primer tiempo sazonado, además, con otro tipo de entradas feas y protestas airadas. Ni una tarjeta por reiteración.
He de decir que fue uno de los peores arbitrajes que recuerdo. Sentí verguenza por ver como la abanderada del preciosismo futbolístico renunciaba a sus principios y se hundía entre los escrementos más apestosos. Sentí asco al ser consciente de que la consigna venía desde el banquillo (ni una vez pidió calma a los suyos el entrenador). Se adueño de mi la impotencia por el arbitraje. Honestamente, pensé que el partido acabaría mal, con algún lesionado o con alguna agresión.
¿Que habría pasado si Holanda se queda con 10 o con 9 en la primera parte? No tengo la más mínima duda, el partido no llega a la prórroga. Llevarse tres o cuatro goles y dos expulsiones hubiera sido el castigo justo a su falta de honestidad.
El segundo tiempo siguió con la misma tónica. Lo que ratifica el hecho de que esa actitud venía del entrenador, para el beneplácito de los once criminales que pululaban por el campo.
Siempre han existido entradas feas, muchos equipos recurren a ellas en su juego, de vez en cuando. Lo de Holanda fue la agresión sin sentido, continua, sin criterio, al servicio de nada.
Esta táctica demuestra tres cosas, que esta selección holandesa es una selección pequeña, indigna de una final del mundial; que su fútbol es caquéctico (extrema desnutrición), carecen de argumentos; y que le tenían mucho miedo a los españoles, miedo que compensaron con agresividad.
Si fuera jugador o seguidor orange estaría avergonzado. Hoy me levanto con las quejas de Sneijder y Robben, que si fueron perjudicados gravemente por el árbitro y no sé que paplinas. Que os den por el culo. Mejor dicho jodeos, que ya os dieron por el culo los Puyol, Iker y compañía. Si os duele, un analgésico y a llorar.
El tonto de Van Marwijk dice: Hacer esas terribles faltas no es nuestro juego. Eres más tonto de lo que pareces si crees que alguien te va a creer.
Y mientras, los nuestros tratando de hacer su trabajo, con una concentración, sangre fría y oficio, nunca vistos. Y con unos cojones como la luna, continuaron jugando sin miedo, metiendo la pierna, dejándose la piel.
Me gustó mucho una referencia de un periódico inglés. Ayer ganó España, pero sobre todo, ganaron el fútbol y el deporte.
Alguno se preguntará, a qué viene ésto ahora, si hemos ganado? Pues la verdad es que había superado la indignación del partido, pero las declaraciones de los jugadores y algunos titulares de prensa holandesa, la han avivado. Siento el mayor desprecio hacia ellos, especialmente hacia Sneijder y Robben. Puede que no sea una actitud propia de un ganador. Me la pela. Me dio náuseas su actitud durante el partido, me da todavía más asco su comportamiento posterior. Malos deportisas, pésimos perdedores.
Les deseo lo peor.